El silencio era un vacío cuando los que se miraban tenían los ojos huecos. Ni se olían y sus poros también estaban secos.
Eran como hechos de paja y caminaban pálidos, como si la luz del sol les pasara cerca pero sin rebotarles en la piel.
Así eran días normales de entendidos movimientos.
Y ningún resquicio, ningún lugar. Ni paredes para jugar a las escondidas o escabullirse.
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